Perderme entre melodias, irme lejos, no volver...

Perderme entre melodias, irme lejos, no volver...

Asi soy yo. Asi me gusta ser

Bienvenido señor lector.
En este blog no encontrará más que las experiencias, anécdotas y reflexiones de una adolescente rara, perdida y algo rayada.
Si no es lo que buscaba, es libre usted de retirarse.
Si quiere saber de que se trata todo esto, sea usted bienvenido...
Juanita.

viernes, 27 de enero de 2012

Una de esas noches sin sueño.

Daba vueltas en la cama, pero no podía conciliar el sueño. Mi mente estaba distraída en otras cosas como para ponerse a descansar en aquel momento. Me levanté y sin pensar agarré mi agenda donde anoto cosas varias y mi mano comenzó a escribir casi automáticamente.

Quizás no soy una de esas chicas hermosas en los anuncios de ropa interior. Quizás no soy una de esas chicas súper sociales que se llevan bien con todo el mundo. Quizás no soy una de esas chicas que se la pasan riendo y haciendo reír a la gente. Quizás no soy una de esas chicas que tienen millones de amigos y salen todo el tiempo. Quizás no soy una de esas chicas extremadamente tiernas que regalan peluches, escriben cartitas y se la pasan dando abrazos y diciendo cosas lindas. Quizás no soy una de esas chicas educadas y correctas que saben exactamente qué decir. Quizás no soy una de esas chicas interesantes que siempre tienen algo para contar, ni soy una de esas chicas femeninas que siempre visten espectacularmente y deslumbran a todos. Quizás no soy una de esas chicas que siempre están de buen humor y no pierden la paciencia nunca. Quizás no soy una de esas chicas atentas que siempre saben que pasa y como hacer sentir mejor a la gente. Quizás no soy como las demás chicas: lindas, tiernas, alegres, divertidas…
Pero soy bastante linda y podría gustarle a cualquiera que se atreviera a conocerme, pero soy muy ocurrente y sé que puedo sacarte una sonrisa cuando más lo necesites, pero tengo amigos maravillosos que no cambiaría por nada. Sé que soy fría, pero lo poco que expreso es verdadero, puedo darte los abrazos más cálidos y dedicarte un lindo poema con palabras que me salgan del corazón, de vez en cuando. Pero soy yo, soy auténtica no busco llamar la atención de nadie ni agradarle a todo el mundo. Pero sé que puedo comprenderte, escucharte y contenerte hasta el final. Pero sé cómo tratarte, porque estoy segura que nadie te conoce mejor que yo. Puedo reír contigo, cantar, escribir, mirar películas y jugar videojuegos. Puedo hacer todas esas inmadureces que disfrutamos y de repente ponernos serios y debatir sobre cualquier tema. Puedo ayudarte y hacerte cualquier tipo de favor. Quizás no tenga una casa espectacular, ni todo tipo de lujos, pero puedo ofrecerte mi corazón, herido, maltratado, pero totalmente entregado y capaz de hacerte feliz. Puedo ir, abrazarte y llorar contigo cuando te sientas solo e incomprendido…
Porque quizás, quizás no sea una de esas chicas perfectas que se ven en la tele o en internet. Pero puedo amarte mucho más que cualquiera de ellas.



Juanita.

martes, 24 de enero de 2012

Somos diferentes, no hay manera de que pensemos igual.

Hoy escuché a varias personas decir que buscaban inculcar la paz. Hablaban de unos principios para poder vivir con ella y uno de ellos era el respeto. Pero ignoraron este principio y criticaron a las otras creencias, demonizándolas y retorciéndolas hasta hacerlas ver como algo malo, tentaciones del demonio.
Hoy escuché a varias personas decir que querían frenar la violencia, pero lo hacían exponiéndola en cada uno de sus actos y llevándola a puntos extremos, donde más que transmitir un mensaje de paz, estaban amenazando al público de lo que les pasaría si caían en la violencia y el pecado.
Hoy escuché a varias personas hablar de buscar la felicidad en cada uno de nosotros. Pero imponían su verdad como la única forma de llegar a ella, ya que todas las demás eran falsas formas de llenar nuestro vacío interior.
Hoy escuché a varias personas decir que antes de llegar a esa verdad su vida era nada, y nuestra vida es nada ya que no tenemos esa verdad. Sin su verdad nosotros somos borrachos, drogadictos, ladrones. Infelices personas con un inmenso vacío interior, perdidas, incapaces de encontrar la paz. Solamente por no aceptar su camino a la felicidad.
Yo no creo en ninguna de estas verdades. No creo en la gente que sale por ahí gritando los milagros que le provocó su cambio de vida. No creo en los grupos de personas que golpean mi puerta anunciando maravillas increíbles, como si estuvieran vendiendo algo. No creo en las promesas que aseguran en todos lados ni en las amenazas que recibo, de una vida de eterno sufrimiento, cada vez que anuncio mi postura.
No, porque son sus milagros, son sus maravillas, son sus promesas, son sus amenazas. No las mías. Y como cada uno tiene su forma de vivir, sus gustos, su forma de pensar y su forma de ser feliz. Yo tengo las mías. Cada uno tiene sus creencias y yo respeto las de ellos. ¿Por qué no pueden respetar la mía? ¿Por qué no pueden aceptar que cada uno tiene su forma de ver el mundo? ¿Por qué no entienden que no me hace falta nada, que no estoy sufriendo, que no soy infeliz, que mi vida no está destruida? Solamente no necesito creer en algo que me salvará y me ayudará allí arriba. Porque ya tengo todo lo que necesito para fortalecer mi espíritu aquí abajo. Tengo personas en que creer, en que descargarme, de quien aferrarme. Quiero buscar la paz, formar un mundo mejor, ayudar a los que lo necesiten. Pero para sentirme bien conmigo misma y para poner mi  granito de arena en este mundo cada vez más egoísta. No para complacer a un ser, ni para ganarme ningún pasaje al cielo.
Cada uno tiene su verdad, su forma de ver la vida. Respetémonos.


Juanita.

viernes, 20 de enero de 2012

Chance.

-¿Nunca pensaste cómo te querías morir, Juani?-
-¡Ay, Gonza! Que morboso.-
-No, o sea, no “cómo” sino “en qué situación”-
-Mi no entender-
-Por ejemplo: a mí me gustaría morirme no muy viejo. Viviendo de lo que amo, la música y teniendo cerca a todas las personas importantes de mi vida para ir despidiéndome de ellas una por una.-
-Yo lo único que quiero es que antes de morir pueda tenerlos a ustedes. Quizás en ese momento, por fin pueda expresar en palabras todo lo que significan para mí. Y agradecerle a cada uno todo.-
Me sonrío y miró hacía la lejanía un buen rato, pensando bien lo que iba a decir.
-Yo lo que quiero antes de morir es verte feliz, con la misma alegría y con las mismas ganas de vivir que antes. Sé que las cosas se complicaron, sé pasaron cosas que hicieron que nada pueda volver a ser lo mismo y sé que yo no puedo hacer nada para devolverte la felicidad. Pero es lo que quiero, quiero verte sonreír sinceramente, sin preocupaciones, una vez más.
-Podes volver a hacerme feliz, Gonza.-
-¿Cómo?-
-Haciéndote feliz a vos mismo, primero-
-Yo soy feliz-
-No podes ser feliz si estás atado-
-No estoy atado, estoy enamorado-
-¡Eso no es amor, es esclavitud! ¿O acaso ella alguna vez se preocupó por tus sentimientos? ¿O acaso ella alguna vez te preguntó cómo estabas, cómo había estado tu día, qué te pasaba, por qué te sentías mal? ¿O acaso ella alguna vez te regaló algo, se acordó de alguno de sus aniversarios? ¿Te contestó alguno de tus insistentes “te amo”? ¿Te abrazó sin que se lo pidieras de rodillas, te robó un beso sin tener ninguna pretensión? ¿Alguna vez te devolvió alguno de tus millones de favores? ¿Alguna vez pensó en alguien más que en ella y los muchos hombres con los que se va los fines de semana?-
Me callé, agitada, arrepentida de lo que había dicho. Fue como una avalancha de sentimientos que no pude frenar. Abrí la boca y todo lo toxico de mi alma salió sin darme cuenta. El me miró sorprendido. Miró el suelo, buscando respuesta y finalmente se resignó a aceptarlo. Lo dije en forma brusca, pero dije la verdad.
-Soy un maldito esclavo.-
-Mi felicidad depende de la tuya.-
-Sí, también la mía.-
Nos callamos un rato. Nos distraíamos con el ruido de los chicos jugando a la pelota, el sol brillaba en lo alto y por el cielo libre de nubes volaban pequeñas bandadas de aves. Era un día precioso en la plaza dónde siempre veníamos a jugar de pequeños y que la seguimos frecuentando cuando necesitamos desconectarnos de todo un rato.
-¿Sabes qué?-
-¿Qué?-
-Yo voy a hacernos felices, Juani.-



Juanita.

miércoles, 18 de enero de 2012

Amores de verano.

No sé demasiado sobre vos, sólo sé que me encantaste con tu sonrisa. No sabes mucho sobre mí, pero seguro sabrás cómo brillan mis ojos cuando te veo. Es que es imposible resistirse a tu despreocupada personalidad abierta y sincera, a tu simpática manera de ser, a tu gracioso andar, a tu hermoso vos, completamente. A tu piel lúcida y cálida, cómo el día en que te vi por primera vez en el mar celeste y profundo como tus ojos. Sonrío fugazmente al recordar como tímidamente te dije mi nombre y la fresca confianza de tu simpatía que me abrazó y me hizo sentir como si ya nos conociéramos desde hacía años.
Hubiera dado la vida por quedarme ahí, descargándome de todos los dolores, las angustias, las penas y las preocupaciones que me agobian, viendo el sol bajar en un cielo anaranjado, sobre la tibia arena, arrullándome con el ruido del mar y la suavidad de tus caricias. Riendo eternamente con tus ocurrencias y soportando tu constante lucha por entenderme un poquito más a mí y a mi mundo. Pero tengo que volver a mi nido, a esconderme nuevamente de las inmundicias que abundan aquí. A conectarme de nuevo a un mundo del cual no pertenezco del todo. A soportar las toxinas de la ciudad, a volver a una rutina monótona e insípida. A refugiarme en mi lugarcito hecho de música y pequeños relatos.
Y no sé si en unas semanas recordaré tu rostro, no sé si en unos días se esfumará mi aroma de tu ropa. No sé si se podrán sentir los besos que dejamos en cada esquina, no sé si persistirán mucho más nuestros nombres enlazados en la arena. No sé si veré tus ojos, no sé si tocaré tu piel, no sé si sentiré tu perfume una vez más. Lo único que sé es que no me gustaría haberme ido siendo solo un beso más. Quiero haber quebrado algo en vos, quiero que al escuchar mi nombre sonrías inevitablemente.
Quiero ser el brillo de tus ojos cuando recuerdes a aquella chica que no sabía cómo empezar a hablarte.




Juanita.

sábado, 7 de enero de 2012

Para el día que despiertes.

Recuerdo cuando conocí al amor de mi vida.
Era una niña tímida de 9 años en un nuevo curso en un instituto de inglés. Entré y lo primero que vi fue a la maestra que me sonreía amablemente, invitándome a pasar.
-Bueno, chicos- dijo, mientras todas las miradas se posaban en mi –Ella es Juana, es su primer año en este instituto, así que háganla sentir bienvenida-
Los chicos me sonrieron y siguieron trabajando en sus libros, yo me acomodé en una de las sillas disponibles. Los bancos estaban juntados de tal forma que quedábamos enfrentados unos con otros. Recuerdo que al mirar hacia adelante me impactó una penetrante mirada verde
-Hola, soy Gonzalo- Dijo el niño con su sonrisa grande y sin algunos dientes –Me gusta tu nombre, ¿te puedo decir “Juani”?-
-Sí, claro-
-Sos un poquito callada…-
-Al principio, cuando no conozco mucho…-
-Bueno, tenemos mucho tiempo para conocernos- Me dirigió una sonrisa inocente y yo lo imité. Sin sospechar que aquel era el principio de la amistad más torturadora que experimentaría en mi vida.
El tiempo pasó, y yo ya no era la nenita tímida a quien el pobre nene tenía que sacarle las palabras de la boca para que hablase. No, era su salvaje e inseparable compañera de aventuras. Juntos escalábamos los árboles más grandes, bajábamos las montañas más altas con nuestras veloces bicicletas y cazábamos los bichos más peligrosos en la inmensidad de nuestros patios.
-Yo quiero que cuando seamos grandes te cases conmigo, Juani- Me dijo una tarde mientras tomábamos la leche mirando los dibujitos
-¿Por qué?-
-Porque papá se casó con mamá porque estaban todo el tiempo juntos y se querían mucho. Yo estoy siempre con vos y nos re queremos, así que nos tenemos que casar-
-Bueno, pero no nos vayamos a dar besos-
-No, ¡qué asco!-
Y jugábamos todos los días a que éramos marido y mujer en una carpita que armábamos con sábanas, juramos que cuando creciéramos nos íbamos a comprar una casita e íbamos a tener muchos hijos. Que nunca nos íbamos a separar, que siempre íbamos a estar juntos. Siempre íbamos a ser mejores amigos. Siempre.
Pasaron los años y nuestra amistad se afianzó aun más. Pasamos de ser mejores amigos a ser hermanos. El era mi hermano mayor, quien me aconsejaba, me protegía y me cuidaba. Y yo era su hermanita menor, quien lo hacía reír, quien lo contenía y lo ayudaba en todo. Nos tirábamos al piso a escuchar música, el me mostraba bandas, discos, canciones, conciertos y ampliaba mis conocimientos. Me enseñaba todo, me explicaba cosas, todas mis dudas eran aclaradas. Tenía la paciencia de hierro.
Yo lo ayudaba, lo comprendía más que a nadie, lo aconsejaba y le decía esas cosas que solamente las mujeres sabemos expresar. Lo alegraba, lo hacía sonreír, incluso en esos momentos en que la oscuridad parecía apoderarse de todo.
Aun recuerdo las noches en vela hablando sin parar y al ver que el cielo estaba aclarando, escalábamos al techo para ver el amanecer. Recuerdo las canciones que me compuso, los poemas que le escribí, las melodías que cantábamos. Recuerdo las películas abrazados, los viajes a ningún lado, las risas que acababan en lágrimas de alegría.
Recuerdo los cálidos abrazos de un “te quiero”, la magia de un beso consolador, la alegría de verlo llegar a mi puerta.
Recuerdo, también, el dolor indescriptible que partió mi pecho cuando escuché “No sabes, Juani… tengo novia”
Y estaba bien, mientras él fuera feliz, yo también lo estaría… o trataría de estarlo. Y así fue, todo estuvo espectacularmente. Hasta que la princesita se sacó su disfraz y liberó al monstruo que habitaba dentro de ella. Y envolvió al pobre chico en su trampa encantadora, como una araña a punto de devorar a su presa.
Le lavó el cerebro, lo hizo su esclavo. Sometido, incondicional, perdida y torpemente enamorado. Mientras ella se reía y lo hacía sufrir, el iba y cumplía sus caprichitos de manipuladora enfermiza. A ella le gustaba verlo así, sentirlo a sus pies, dispuesto a cualquier cosa, con la esperanza de que así pudiera probar un poco del codiciado amor de aquella abeja reina, que lo mataría cuando se cansara o se hiciera inservible para ella.
Lo más triste es que él no podía ver todo esto, estaba demasiado cegado por la hipnosis de la hermosura de aquella arpía. Mis amigos me decían “Dejalo, sufre porque quiere, no hay manera de hacerlo entender”. Pero yo no podía dejarlo, no podía dejar que ella lo comiera vivo y tirara los restos de la mejor persona que conocí en toda mi vida. Mientras a ella le daba igual y le era infiel con el primero que se le cruzaba, yo anhelaba poder abrazarlo una vez más, como lo hacíamos antes, ya que ahora no podía porque “A ver si Luciana se pone celosa”…
Y lo peor de todo es que me odiaba, me odiaba porque sabía que quería hacerle ver, sabía que yo quería liberarlo de su trampa de araña encantadora. Recuerdo los mensajes de odio, las miradas sobradoras, los pinchazos en el pecho al escuchar “Ahora está conmigo.”
Y ahora sigue todo igual, el se está consumiendo en aquella relación autodestructiva, dónde ella le hace creer que es todo su culpa. Yo, sigo sufriendo por él, por mí y por nosotros y ella se alimenta de nuestro dolor como la arpía chupa-sangre que es.
Pero no me rindo, no pierdo las esperanzas, se que algún día él se despertará de su pesadilla y recordará, me recordará, nos recordará. Recordará el primer día de clases en aquel instituto, aquel año. Recordará a aquella nena tímida que lo miraba de reojo. Recordará los raspones en los árboles, los moretones en las bicicletas, las picaduras de los bichos. Recordará los poemas, las canciones, las melodías. Recordará los amaneceres, las películas, los abrazos, los besos. Recordará las risas, los consejos, las enseñanzas.
Recordará la leche con el televisor puesto.
Recordará
“Yo quiero que cuando seamos grandes te cases conmigo, Juani”



Juanita.

martes, 3 de enero de 2012

No hace falta ver para sentir.

Vivimos en un mundo demasiado físico. Un mundo en el que nos preguntamos ¿Cómo podemos amar a alguien que ni siquiera vimos personalmente? ¿Cómo podemos admirar a alguien que ni siquiera conocemos? ¿Cómo podemos extrañar a alguien que ni siquiera sabe quiénes somos? ¿Cómo? Me lo dicen todo el tiempo como si fuera una rareza, algo sin sentido. Yo no lo veo así.
Yo creo que es mucho más puro conocer a alguien sin guiarse en un aspecto físico, saber cómo es a través de sus sentimientos, sus deseos, sus gustos, su forma de vida. Su verdadero ser. Así podemos evitar guiarnos por lo que su aspecto dice sobre esa persona y empezar a hacer caso a lo que él  dice sobre sí mismo.
Vivimos en un mundo dónde el aspecto es todo. Las chicas se maquillan, se compran ropa, se pagan cirugías, son hermosas. Pero al tratar de inspeccionar un poco más allá de sus caras bonitas, no se encuentra nada sólido, nada profundo. Son una multitud de cabezas pensando lo que las revistas y la tele les dicen, todas siguiendo los mismos conceptos. Todas exactamente igualitas. Los chicos van al gimnasio, se broncean, se matan por ser aceptados entre sus “amigos”. Pero a la hora de tratar de expresar sus sentimientos no encuentran forma, no saben quienes son realmente. Son una bola de idiotas superficiales. Todos bonitos, todos capos, se ganas a todas las minitas, pero nunca van a poder tener una mujer real entre sus brazos.
Por suerte se que no todos son así. Hay una minoría que, como yo, no trata de ser aceptada en una sociedad plástica basada en aspectos físicos. Dónde pensar por uno mismo y cuestionar lo que los medios venden es pecado. Dónde tratar de ser uno mismo te vuelve antisocial, raro, gay, nerd, retraído, depresivo, solitario… bicho raro…
Sé que muchos de nosotros fuimos coronados con esas referencias.
Pero, ¿saben qué? Si ser todo eso significa no ser parte de esa multitud de zombies maquillados, ese conjunto de seres falsos y discriminadores que no valoran nada si no es concreto. Tu forma de ser no es nada, tus sentimientos son mierda, tu personalidad no existe si no sos hermoso/a y no vistes a la moda. Si ser todo eso significa poder ser yo misma, estoy orgullosa de ser rara y estoy orgullosa de que tanta gente me quiera por lo que mi verdadero yo expresa y no por lo que mi cara pueda llegar a decir de mi.


Saquémonos las máscaras. Seamos quiénes queramos ser, no lo que los demás esperan que seamos.


"Se ríen de mi porque soy diferente, me río de ellos porque son todos iguales"
Kurt Cobain

Juanita.