Perderme entre melodias, irme lejos, no volver...

Perderme entre melodias, irme lejos, no volver...

Asi soy yo. Asi me gusta ser

Bienvenido señor lector.
En este blog no encontrará más que las experiencias, anécdotas y reflexiones de una adolescente rara, perdida y algo rayada.
Si no es lo que buscaba, es libre usted de retirarse.
Si quiere saber de que se trata todo esto, sea usted bienvenido...
Juanita.

viernes, 20 de julio de 2012

Buena suerte y hasta luego.

Siempre aprendemos algo de todo lo que nos proponemos a hacer. Por más insignificante que sea. No importa si es dibujar, cocinar algo nuevo, hablar con alguien o abrir un blog sin la mínima esperanza de que a alguien le guste.
Yo escribí porque me sentía sola, me decía a mí misma “Nadie me entiende, nadie puede saber lo que siento”. Pero luego, me vi rodeada de gente que me apoyaba, sentían y pensaban como yo.
Y ya no estuve sola, nunca más.
Pero uno no puede vivir refugiado en el anonimato. Ni puede triunfar siendo otra persona.
Hoy me toca desprenderme de la figura por la cual a través de ella pude expresarme sin miedo y desahogarme. Y aunque ella sea una porción de mí, aunque sea mi parte inspirada, mi artista interior. No lleva mi nombre, no le duele lo mismo y no sueña como yo.
Hoy sé que ella encontró su felicidad, realizó su sueño. Pero el mío todavía está fuera del alcance de mi mano. Y tengo que encontrarlo yo misma.
Hoy me veo obligada a agradecerle, porque ella me enseñó muchas cosas y sé que a mucha gente también.
Quizás, algún día me deje hacer un libro sobre ella. Pero aún no lo sé, es demasiado humilde, no creería que a nadie le interesara su vida. Gracias, Juanita, ahora tengo otros proyectos y me toca encararlos yo sola.



Camila Vázquez

domingo, 17 de junio de 2012

Reír llorando.

Veo pasar de un lado a otro a mi abuelo, el joven actor de 85 años, el artista que me alegra todos los domingos, que tiene el poder de dibujarme una sonrisa en cualquier momento.
Finalmente se sienta, trajo un libro antiquísimo, que combina con él: Con sus páginas amarillentas y las letras gastadas, pero todavía en pie y con la belleza que trae página por página entera y aún sublime. Ambos iguales en ese aspecto.
Lo hojea un rato y luego me pide que recite uno de los poemas que contiene. Sostengo el libro, bajo la mirada hacia el, aclaro mi garganta y prosigo.

Viendo a Garrik —actor de la Inglaterra—el pueblo al aplaudirle le decía:
«Eres el mas gracioso de la tierra
y el más feliz...»
Y el cómico reía.


Víctimas del spleen, los altos lores,
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores
y cambiaban su spleen en carcajadas.


Una vez, ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
«Sufro —le dijo—, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.


»Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única ilusión, la de la muerte».


—Viajad y os distraeréis.
— ¡Tanto he viajado!
—Las lecturas buscad.
—¡Tanto he leído!
—Que os ame una mujer.
—¡Si soy amado!
—¡Un título adquirid!
—¡Noble he nacido!


—¿Pobre seréis quizá?
—Tengo riquezas
—¿De lisonjas gustáis?
—¡Tantas escucho!
—¿Que tenéis de familia?
—Mis tristezas
—¿Vais a los cementerios?
—Mucho... mucho...


—¿De vuestra vida actual, tenéis testigos?
—Sí, mas no dejo que me impongan yugos;
yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos mis verdugos.

—Me deja —agrega el médico— perplejo
vuestro mal y no debo acobardaros;
Tomad hoy por receta este consejo:
sólo viendo a Garrik, podréis curaros.


—¿A Garrik?
—Sí, a Garrik... La más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquél que lo ve, muere de risa:
tiene una gracia artística asombrosa.


—¿Y a mí, me hará reír?
—¡Ah!, sí, os lo juro,
él sí y nadie más que él; mas... ¿qué os inquieta?
—Así —dijo el enfermo— no me curo;
¡Yo soy Garrik!... Cambiadme la receta.


¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio!

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora,
el alma gime cuando el rostro ríe!

Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma,
un relámpago triste: la sonrisa.

El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto
y también a llorar con carcajadas.

Juan de Dios Peza

Termino, sonrío.
Lo miro, también sonríe.
Y pensar que algunos me preguntan por qué es mi ejemplo a seguir, mi inspiración, mi ídolo, y no una celebridad cualquiera de la televisión. Si pudiera agarrar un manojo de su talento, cultura y gracia, lo haría y lo pondría en la cara de los que preguntan, y así contestaría
"Por esto."


Juanita.

sábado, 16 de junio de 2012

Orgullosamente imperfecta.

Hay una persona de la cual todos deberían sentirse orgullosos, con sus defectos y virtudes, con sus victorias y sus fracasos, con sus días buenos y los no tan generosos. Porque sin amar a esa persona estaríamos perdidos y no seríamos nadie.
Muchos no se llevan bien con ella, buscan esconderla y cambiarla a toda costa. Se avergüenzan de ella y la lastiman. Piensan que disfrazándola con sombras ajenas, para que la acepten en grupos que ella misma no se siente cómoda, serán bien vistos y alcanzarán completarse a sí mismos. No se dan cuenta que no están ganando nada así. No se dan cuenta que en el final, ella será la única persona que estará allí con ellos, la única que los acompañará, que nunca los abandonará ni los traicionará. Es la única que sabe quiénes somos y queremos ser realmente. Y no seremos del todo felices si no la dejamos ser a ella, si no la dejamos mostrarse libremente con todas sus imperfecciones, con todas sus bellezas.
Muchos la desconocen, la olvidan, se concentran más en otras personas hasta pensar que son más importantes que ella. Algunos no saben bien como tratarla, otros no saben  ni siquiera donde encontrarla.
Sin embargo la ven todos los días, en el reflejo de cualquier espejo.
Para aprender a amar, primero hay que empezar por uno mismo.




Juanita.

martes, 12 de junio de 2012

Raspones de rodilla en el alma.

Veo tus párpados, cortinas de tus sueños. Siento tu respiración, pasiva y arrulladora. Escucho tu corazón al ritmo tranquilo de la noche. Estás durmiendo a mi lado, como siempre lo quise. Como lo imaginé tantas noches hasta soñarlo.
Ni pensar que en este preciso momento podría despertarte solo para decirte que te amo y besarte, sin miedo al rechazo. Pero no lo hago, porque de alguna forma está perfecto así. De esta manera, sumergido en tus sueños como estás, siento que nada malo nos puede pasar. Y nada va a hacer que te vayas.
Soy tan frágil ahora.
Me cuesta acostumbrarme a estar bien después de haber vivido tanto tiempo con el dolor como cotidianeidad. No me acostumbro a depender de algo para que mi vida encuentre estabilidad y me domina el miedo de perder ese algo. Me aterroriza pensar que por un error, un simple paso en falso, tiraré por la borda todos mis sueños hechos realidad.
Algunas noches lloro, otra vez.
Pero no es que este triste, no es que extrañe algo. Tampoco me dejo consumir por mis miedos. Solamente son viejos dolores que todavía no terminé de supurar de mi alma y vuelven en forma de pesadillas acompañadas por el insomnio.
Pero vos me entendés, siempre lo hiciste. Por eso sos el único que no me mira raro cuando respondo a su pregunta de por qué estoy llorando con un despreocupado “Es que estoy liberando dolores que tenía acumulados. Ya que ahora que soy feliz no los necesito”
Es como cuando era chica y jugando, sin pensar en consecuencias, me caía y me lastimaba una rodilla. Lloraba por el dolor, pero ahí venía mamá, me daba un beso, me abrazaba y me decía que ya estaba mejor. Quizás seguía doliendo un poco, pero sonreía y sabía que ya estaba mejor y que pronto podría seguir jugando como si nada.
Vos me haces olvidar de a ratos quien soy y quien fui, para transformarme nuevamente en niña. Esa niña que junto a vos, escalaba los árboles más grandes y cazaba los bichos más peligrosos. Y aunque, a veces, nuestras rodillas sangren, siempre va a haber un beso mágico que nos permita seguir jugando.




Juanita.

sábado, 9 de junio de 2012

Esclavitud mental.


Había conocido personas ignorantes, pero no la ignorancia en persona.
Y la tuve que conocer hace poco, casi por castigo. En un sitio que yo coroné “Cárcel de la originalidad”, “Exhibición de la brutalidad”, “Matadero del intelecto”.
Son almas perdidas, que ellas mismas decidieron perderse para seguir un rebaño sin futuro. Solamente para ser aceptados en ese ambiente turbio, destinado a la autodestrucción del alma y la mente, se despidieron de su opinión propia y de su sentido común.
Son seres que no saben diferenciar la educación del sometimiento, el conocimiento de la sofocación. Desafían y hacen oídos sordos a cualquier autoridad sin importar que los quiera ayudar o hacerles entender. Faltan el sagrado respeto sin vergüenza ni arrepentimientos, pero saltan a la defensiva por cualquier intento de llamarles la atención.
Una anarquía idiota y sin finalidad, sin visiones de un futuro provechoso, a la que llaman “clases”.
 Me dan risa…
Payasos fracasados y molestos, patética reproducción de lo vulgar. Líderes ilustres de descerebrados, que marchan imaginando que aplastan cabezas sin siquiera sospechar que son, en realidad, mucho menos de lo que podrían llegar a imaginar. Penosa imagen del no futuro, parodia de ser humano. Me dan lástima… o risa. Más lástima que risa.
Porque se debe respetar para ser respetado. Se debe ser respetado para lograr ser alguien. Se debe guardar silencio para escuchar. Se debe escuchar para aprender. Se debe aprender para conocer.
Y sin conocimiento no hay libertad
Y sin libertad no hay futuro.


Juanita.

jueves, 7 de junio de 2012

Fénix

Hubo, alguna vez, una chica que le tenía miedo a su sonrisa.
Ella fue, alguna vez, una niña que vivía en su pequeño mundo de consentimientos y halagos. La hija ilustre, madura, inteligente. Cuyos padres estaban orgullosos, y sus hermanitos admiraban.
Pasó, alguna vez, que el nidito que la acobijaba, segura del mundo exterior, se destruyó sin que ella pudiera siquiera notarlo, distraída en las maravillas de su temprana adolescencia. Y cuando se dio cuenta, ya era demasiado tarde para llorar.
Pero ella era muy fuerte y aún más orgullosa, así que siguió erguida, tragándose su dolor y disfrazándolo con su radiante sonrisa.
Así sucedió que, alguna vez, el amor llegó a su vida y atravesó su alma repleta de batallas interiores. Amagó una caricia, susurró promesas de alivio, pero solamente logró golpear secamente su pecho y dejar marcas donde aún por las noches resuenan dolorosas punzadas lejanas.
Pero no iba a renunciar a sus dientes. Su sonrisa seguía ahí, tan fiel como su motivo. Y era que su única salida a la felicidad no quería ver la tristeza de su interior, por eso, para no desilusionar a ese ser que la hacía olvidar de todas las pestes del universo, lucía esa sonrisa, ese disfraz tan falso como las personas que se alejaban de ella por ser un “bicho raro”.
Así, la niña ya no fue más niña y se convirtió en una apariencia. De día era una rebelde, una chica alegre que no le importaba nada ni nadie. Y se mantenía indiferente al ver que su vida se avecinaba cada vez más a la decadencia. De noche, era un alma que liberaba ese dolor, ese rencor, ese odio, esos miedos. No podía dormir, porque sus ojos ya no derramaban sueños, sino lágrimas. Se miraba al espejo y odiaba a esa idiota, desgraciada, infeliz, torpe e inútil que veía reflejada y a su sonrisa estúpida.
Solamente le quedaba ese ser maravilloso que la hacía volver a ser niña por un momento. Su angelito.
Y ni siquiera eso.
A su angelito lo sedujo el infierno y la abandonó. Ya no la iba a visitar por las noches para que no llorase, porque, aunque ella nunca se lo hubiera dicho para no preocuparlo, el lo sabía muy bien. Ya no la abrazaba, intentando transferir algo de ese dolor a él mismo. Ya no estaba para cantarle y hacer callar todos los pensamientos tóxicos de su cabeza. Ya no estaba. Ya no estaba…
Y su sonrisa comenzó a doler. Y su sonrisa comenzó a darle miedo.
Ella, que ya no podía sonreír, tenía huecos en el alma. Y buscó desesperadamente llenarlos. Y así como de su sonrisa, se despojó de su orgullo, de su dignidad, de su corazón y de la niña que, herida y maltratada, seguía viviendo dentro suyo.
Se desvalorizó, hizo cosas de las cuales su niña interior se horrorizó y no quiso nunca más volver. Su dignidad era un trapo sucio y harapiento que ella se esforzaba por pisotear. Y se odió cada vez más y más.
Y escribía y escribía para sacar a los demonios de su interior, sin ninguna efectividad.
Y a nadie parecía importarle.

Pero sucedió que, alguna vez, en algún lugar, su angelito se enteró de esto. Y mucho más importante que cualquier seducción, era ella. Y con paciencia la ayudó a salir del pozo de odio que ella misma había cavado y se había enterrado.
Levantó su dignidad del suelo, después de tanto tiempo. La remendó, la sacudió y la enarboló, una vez más. Y su orgullo, tan grade como lo fue alguna vez, se centró otra vez en su pecho.
Volvió de las cenizas después de incendiarse en sus propias inmundicias, como un fénix, pero en vez de cantar, mostro sus dientes. Que ya no dolían, que ya no daban miedo, no eran un disfraz.


Recuerdo cuando le tenía miedo a mi sonrisa. Fue un tiempo tan doloroso que recordarlo también duele.
Pero sirvió, fue necesario.
Sirvió para hacerme más fuerte, para valorarme, para respetarme por encima de todas las cosas. Para saber realmente con quien estoy rodeada. Para conocer la hipocresía y la falsedad en cuerpo y forma. Como alguien puede llegar a ser tan desalmado. Lo triste que es ver a alguien que nunca va a saber amar ni ser amado.
Pero sobre todo para agradecer.
Porque quizás, aquella niña tuvo un angelito que la ayudó y nunca le dejó de importar
Pero yo no creo en ángeles.
Así que lo llamo “mejor amigo”.
Mejor amigo, hermano del alma, amor de mi vida…





Juanita.

viernes, 10 de febrero de 2012

El sol salió.

Era una noche calurosa y serena. Demasiado común y ordinaria como para ser la noche que cambiaría el rumbo de mi vida.
El timbre sonó y, confundida, miré la hora. Las 4 de la madrugada
-¿Quién carajo es a esta hora?-
Miré por las persianas entrecerradas y distinguí la silueta del chico alto y aún más pálido a la luz de la luna. La única persona a la que le abriría la puerta de mi casa a esa hora.
-Juani- su boca me sonrió, pero su mirada verde estaba apagada, triste.
-Nene…- Lo abracé, pero esta vez no deshizo el abrazo… sino que lo mantuvo hasta que lo invité a pasar.
Así que ahí lo tenía, sentado en el living, con la mirada perdida. Justo como antes, cuando era la única chica en su vida y no tenía donde ir. Le serví café, negro y fuerte como le gusta a él y me senté a su lado, esperando a que aclare sus ideas. Agarré su brazo, sostuve su mano, como hacía siempre que sabía que algo andaba mal, y comencé a pasar mis dedos sobre todas y cada una de sus pulseras. Pero cuando sabía que mis dedos se iban a topar con la cadenita de plata con la letra “L” grabada, noté que no estaba. Recuerdo que su voz salió como una brisa, como si en verdad no lo estuviera escuchando, como un recuerdo de un sueño lejano.
-Corté con ella- dijo, adivinando mi reacción.
Tardé un rato en contestar, un rato que pareció una eternidad.
-¿Q-Qué?-
-Tendré alma de estúpido, pero no de esclavo…-
Sopló el café y sorbió un poco.
-Pero… ¿Cómo fue?- dije, tratando de reprimir una sonrisa.
-Lo venía pensando desde hacía rato. Pensé que cambiando un poco la situación bastaría pero no… esta noche fue el colmo…-
Me miró a los ojos, pero enseguida volvió la mirada al suelo.
-Hacía rato que se mostraba insoportablemente celosa. Y aunque trataba de hacerle entender, no había caso. Finalmente me hizo elegir entre ella o vos. Y bueno, acá estoy…-
-¿Yo?... Pero pensé que la amabas, pensé que…-
-Juana. Sos la única, siempre lo fuiste, quizás nunca tuve el valor de decírtelo, pero eso no significa que sintiera algo diferente ¿Nunca te diste cuenta? ¿Nunca lo notaste? Luciana fue un escudo, porque sabía que vos me veías como tu hermano y nada más que eso. Traté de distraerme, de engañar mis pensamientos… Pero, Juana…-
Apretó mis manos, sus rodillas temblaban levemente. Mis mejillas hervían, mis pensamientos se arremolinaban, simplemente no lo podía creer.
-No hay espacio para otra persona en mi corazón, ni para otra musa inspiradora en mis poemas…-
Dejé al descubierto mi sonrisa irreprimible y lo abracé, como nunca lo había abrazado.
Besó mi cuello, mi mejilla y rozó suavemente mis labios.
-Te amo, Gonza…- dije atropelladamente -¿Me amas?-
-¿Amarte?-
Sostuvo mi cara, obligándome a mirarlo a los ojos. Su mirada brillaba, no recuerdo cuando fue la última vez que lo vi así… había pasado mucho tiempo que no lo veía sonreír tan vívidamente.
-Yo quiero que cuando seamos grandes te cases conmigo, Juani-
Lancé una carcajada.
-No puedo creer que te acuerdes de eso-
Y nos besamos. Fue un beso, profundo, largo, desesperado. Tan increíble y hermoso como un sueño inalcanzable que se cumple, por fin. Todos los momentos que había soñado por 6 años se resumían en aquel instante
-Podría morir ahora mismo… Por fin te vuelvo a ver sonreír como cuando éramos chicos.
-No… si hay que contrarrestar todo el tiempo de amargura que pasamos, nos queda un largo rato para ser felices.-
-Así es.-
Y nos subimos a ver el amanecer, una vez más después de tanto tiempo, como un regalo del cielo, como una bienvenida a nuestra felicidad.



Luis Alberto Spinetta Q.E.P.D.

Juanita.

martes, 7 de febrero de 2012

You may say I'm a dreamer...

A veces me veo rodeada de nada, aunque este el lugar rebosado de gente. Oigo murmullos, distingo los temas de conversación, vacios y aburridos. Es ahí donde comienzo a mirar el horizonte y exploro los recónditos rincones de mis pensamientos. Es imposible para mí no volar de vez en cuando, recrear imágenes hermosas en mi mente, imaginar y salir un rato de mi encierro social. Hasta encontrar a alguien con quien valga la pena hablar un rato.
Puedes cambiar, pensar algo diferente, empezar a ocupar tu tiempo en otras cosas, madurar. Pero nunca dejes que estas decisiones maten lo más importante dentro de nosotros: nuestra mente, nuestras ideas, nuestra imaginación.
Porque es inacabable, infinita, ilimitada. Creadora de mundos maravillosos, de inventos fantásticos, de historias hermosas, de increíbles personajes y lugares que nos alejan un rato de la realidad gris, llena de gente que ignora este recurso día a día.
No matemos a ese niño que vive en nuestra alma, pintándola de colores y creando esas pequeñas cosas que nos mantienen felices y con la mente abierta. Porque si lo hacemos nos quedaremos solo con esa condena de pensar y visualizar solo lo que nos dicen y vemos. Sin ser capaces de ir más allá, de crear algo nuevo, de deslumbrar al mundo con nuestros pensamientos, de mostrar a la gente los brillantes colores de nuestra alma. Solo estaremos repitiendo lo que hizo o dijo alguno una y otra vez.
Para muchos de nosotros nuestra mente es un laberinto, un conjunto de pensamientos que parece no tener sentido hasta que encontramos la manera de organizarlos y darles coherencia. Pero si logramos trazar un camino sobre ese laberinto, y logramos aprender cómo expresar todas esas ideas en un papel, en un lienzo, en una melodía. Todos y cada uno liberamos esos mundos, esos inventos, esos personajes y lugares. Dejamos que ese niño cree libremente usando todos los colores que se le antojen y se lo mostramos a la gente sin miedo al rechazo o a ser menos que otras ideas, sin temor a no ser exitosa o admirada, sin copiarse ni plagiar. El mundo verá la variedad de colores más brillantes de todos.
Imagina, crea, sueña.



Juanita.

viernes, 27 de enero de 2012

Una de esas noches sin sueño.

Daba vueltas en la cama, pero no podía conciliar el sueño. Mi mente estaba distraída en otras cosas como para ponerse a descansar en aquel momento. Me levanté y sin pensar agarré mi agenda donde anoto cosas varias y mi mano comenzó a escribir casi automáticamente.

Quizás no soy una de esas chicas hermosas en los anuncios de ropa interior. Quizás no soy una de esas chicas súper sociales que se llevan bien con todo el mundo. Quizás no soy una de esas chicas que se la pasan riendo y haciendo reír a la gente. Quizás no soy una de esas chicas que tienen millones de amigos y salen todo el tiempo. Quizás no soy una de esas chicas extremadamente tiernas que regalan peluches, escriben cartitas y se la pasan dando abrazos y diciendo cosas lindas. Quizás no soy una de esas chicas educadas y correctas que saben exactamente qué decir. Quizás no soy una de esas chicas interesantes que siempre tienen algo para contar, ni soy una de esas chicas femeninas que siempre visten espectacularmente y deslumbran a todos. Quizás no soy una de esas chicas que siempre están de buen humor y no pierden la paciencia nunca. Quizás no soy una de esas chicas atentas que siempre saben que pasa y como hacer sentir mejor a la gente. Quizás no soy como las demás chicas: lindas, tiernas, alegres, divertidas…
Pero soy bastante linda y podría gustarle a cualquiera que se atreviera a conocerme, pero soy muy ocurrente y sé que puedo sacarte una sonrisa cuando más lo necesites, pero tengo amigos maravillosos que no cambiaría por nada. Sé que soy fría, pero lo poco que expreso es verdadero, puedo darte los abrazos más cálidos y dedicarte un lindo poema con palabras que me salgan del corazón, de vez en cuando. Pero soy yo, soy auténtica no busco llamar la atención de nadie ni agradarle a todo el mundo. Pero sé que puedo comprenderte, escucharte y contenerte hasta el final. Pero sé cómo tratarte, porque estoy segura que nadie te conoce mejor que yo. Puedo reír contigo, cantar, escribir, mirar películas y jugar videojuegos. Puedo hacer todas esas inmadureces que disfrutamos y de repente ponernos serios y debatir sobre cualquier tema. Puedo ayudarte y hacerte cualquier tipo de favor. Quizás no tenga una casa espectacular, ni todo tipo de lujos, pero puedo ofrecerte mi corazón, herido, maltratado, pero totalmente entregado y capaz de hacerte feliz. Puedo ir, abrazarte y llorar contigo cuando te sientas solo e incomprendido…
Porque quizás, quizás no sea una de esas chicas perfectas que se ven en la tele o en internet. Pero puedo amarte mucho más que cualquiera de ellas.



Juanita.

martes, 24 de enero de 2012

Somos diferentes, no hay manera de que pensemos igual.

Hoy escuché a varias personas decir que buscaban inculcar la paz. Hablaban de unos principios para poder vivir con ella y uno de ellos era el respeto. Pero ignoraron este principio y criticaron a las otras creencias, demonizándolas y retorciéndolas hasta hacerlas ver como algo malo, tentaciones del demonio.
Hoy escuché a varias personas decir que querían frenar la violencia, pero lo hacían exponiéndola en cada uno de sus actos y llevándola a puntos extremos, donde más que transmitir un mensaje de paz, estaban amenazando al público de lo que les pasaría si caían en la violencia y el pecado.
Hoy escuché a varias personas hablar de buscar la felicidad en cada uno de nosotros. Pero imponían su verdad como la única forma de llegar a ella, ya que todas las demás eran falsas formas de llenar nuestro vacío interior.
Hoy escuché a varias personas decir que antes de llegar a esa verdad su vida era nada, y nuestra vida es nada ya que no tenemos esa verdad. Sin su verdad nosotros somos borrachos, drogadictos, ladrones. Infelices personas con un inmenso vacío interior, perdidas, incapaces de encontrar la paz. Solamente por no aceptar su camino a la felicidad.
Yo no creo en ninguna de estas verdades. No creo en la gente que sale por ahí gritando los milagros que le provocó su cambio de vida. No creo en los grupos de personas que golpean mi puerta anunciando maravillas increíbles, como si estuvieran vendiendo algo. No creo en las promesas que aseguran en todos lados ni en las amenazas que recibo, de una vida de eterno sufrimiento, cada vez que anuncio mi postura.
No, porque son sus milagros, son sus maravillas, son sus promesas, son sus amenazas. No las mías. Y como cada uno tiene su forma de vivir, sus gustos, su forma de pensar y su forma de ser feliz. Yo tengo las mías. Cada uno tiene sus creencias y yo respeto las de ellos. ¿Por qué no pueden respetar la mía? ¿Por qué no pueden aceptar que cada uno tiene su forma de ver el mundo? ¿Por qué no entienden que no me hace falta nada, que no estoy sufriendo, que no soy infeliz, que mi vida no está destruida? Solamente no necesito creer en algo que me salvará y me ayudará allí arriba. Porque ya tengo todo lo que necesito para fortalecer mi espíritu aquí abajo. Tengo personas en que creer, en que descargarme, de quien aferrarme. Quiero buscar la paz, formar un mundo mejor, ayudar a los que lo necesiten. Pero para sentirme bien conmigo misma y para poner mi  granito de arena en este mundo cada vez más egoísta. No para complacer a un ser, ni para ganarme ningún pasaje al cielo.
Cada uno tiene su verdad, su forma de ver la vida. Respetémonos.


Juanita.

viernes, 20 de enero de 2012

Chance.

-¿Nunca pensaste cómo te querías morir, Juani?-
-¡Ay, Gonza! Que morboso.-
-No, o sea, no “cómo” sino “en qué situación”-
-Mi no entender-
-Por ejemplo: a mí me gustaría morirme no muy viejo. Viviendo de lo que amo, la música y teniendo cerca a todas las personas importantes de mi vida para ir despidiéndome de ellas una por una.-
-Yo lo único que quiero es que antes de morir pueda tenerlos a ustedes. Quizás en ese momento, por fin pueda expresar en palabras todo lo que significan para mí. Y agradecerle a cada uno todo.-
Me sonrío y miró hacía la lejanía un buen rato, pensando bien lo que iba a decir.
-Yo lo que quiero antes de morir es verte feliz, con la misma alegría y con las mismas ganas de vivir que antes. Sé que las cosas se complicaron, sé pasaron cosas que hicieron que nada pueda volver a ser lo mismo y sé que yo no puedo hacer nada para devolverte la felicidad. Pero es lo que quiero, quiero verte sonreír sinceramente, sin preocupaciones, una vez más.
-Podes volver a hacerme feliz, Gonza.-
-¿Cómo?-
-Haciéndote feliz a vos mismo, primero-
-Yo soy feliz-
-No podes ser feliz si estás atado-
-No estoy atado, estoy enamorado-
-¡Eso no es amor, es esclavitud! ¿O acaso ella alguna vez se preocupó por tus sentimientos? ¿O acaso ella alguna vez te preguntó cómo estabas, cómo había estado tu día, qué te pasaba, por qué te sentías mal? ¿O acaso ella alguna vez te regaló algo, se acordó de alguno de sus aniversarios? ¿Te contestó alguno de tus insistentes “te amo”? ¿Te abrazó sin que se lo pidieras de rodillas, te robó un beso sin tener ninguna pretensión? ¿Alguna vez te devolvió alguno de tus millones de favores? ¿Alguna vez pensó en alguien más que en ella y los muchos hombres con los que se va los fines de semana?-
Me callé, agitada, arrepentida de lo que había dicho. Fue como una avalancha de sentimientos que no pude frenar. Abrí la boca y todo lo toxico de mi alma salió sin darme cuenta. El me miró sorprendido. Miró el suelo, buscando respuesta y finalmente se resignó a aceptarlo. Lo dije en forma brusca, pero dije la verdad.
-Soy un maldito esclavo.-
-Mi felicidad depende de la tuya.-
-Sí, también la mía.-
Nos callamos un rato. Nos distraíamos con el ruido de los chicos jugando a la pelota, el sol brillaba en lo alto y por el cielo libre de nubes volaban pequeñas bandadas de aves. Era un día precioso en la plaza dónde siempre veníamos a jugar de pequeños y que la seguimos frecuentando cuando necesitamos desconectarnos de todo un rato.
-¿Sabes qué?-
-¿Qué?-
-Yo voy a hacernos felices, Juani.-



Juanita.

miércoles, 18 de enero de 2012

Amores de verano.

No sé demasiado sobre vos, sólo sé que me encantaste con tu sonrisa. No sabes mucho sobre mí, pero seguro sabrás cómo brillan mis ojos cuando te veo. Es que es imposible resistirse a tu despreocupada personalidad abierta y sincera, a tu simpática manera de ser, a tu gracioso andar, a tu hermoso vos, completamente. A tu piel lúcida y cálida, cómo el día en que te vi por primera vez en el mar celeste y profundo como tus ojos. Sonrío fugazmente al recordar como tímidamente te dije mi nombre y la fresca confianza de tu simpatía que me abrazó y me hizo sentir como si ya nos conociéramos desde hacía años.
Hubiera dado la vida por quedarme ahí, descargándome de todos los dolores, las angustias, las penas y las preocupaciones que me agobian, viendo el sol bajar en un cielo anaranjado, sobre la tibia arena, arrullándome con el ruido del mar y la suavidad de tus caricias. Riendo eternamente con tus ocurrencias y soportando tu constante lucha por entenderme un poquito más a mí y a mi mundo. Pero tengo que volver a mi nido, a esconderme nuevamente de las inmundicias que abundan aquí. A conectarme de nuevo a un mundo del cual no pertenezco del todo. A soportar las toxinas de la ciudad, a volver a una rutina monótona e insípida. A refugiarme en mi lugarcito hecho de música y pequeños relatos.
Y no sé si en unas semanas recordaré tu rostro, no sé si en unos días se esfumará mi aroma de tu ropa. No sé si se podrán sentir los besos que dejamos en cada esquina, no sé si persistirán mucho más nuestros nombres enlazados en la arena. No sé si veré tus ojos, no sé si tocaré tu piel, no sé si sentiré tu perfume una vez más. Lo único que sé es que no me gustaría haberme ido siendo solo un beso más. Quiero haber quebrado algo en vos, quiero que al escuchar mi nombre sonrías inevitablemente.
Quiero ser el brillo de tus ojos cuando recuerdes a aquella chica que no sabía cómo empezar a hablarte.




Juanita.

sábado, 7 de enero de 2012

Para el día que despiertes.

Recuerdo cuando conocí al amor de mi vida.
Era una niña tímida de 9 años en un nuevo curso en un instituto de inglés. Entré y lo primero que vi fue a la maestra que me sonreía amablemente, invitándome a pasar.
-Bueno, chicos- dijo, mientras todas las miradas se posaban en mi –Ella es Juana, es su primer año en este instituto, así que háganla sentir bienvenida-
Los chicos me sonrieron y siguieron trabajando en sus libros, yo me acomodé en una de las sillas disponibles. Los bancos estaban juntados de tal forma que quedábamos enfrentados unos con otros. Recuerdo que al mirar hacia adelante me impactó una penetrante mirada verde
-Hola, soy Gonzalo- Dijo el niño con su sonrisa grande y sin algunos dientes –Me gusta tu nombre, ¿te puedo decir “Juani”?-
-Sí, claro-
-Sos un poquito callada…-
-Al principio, cuando no conozco mucho…-
-Bueno, tenemos mucho tiempo para conocernos- Me dirigió una sonrisa inocente y yo lo imité. Sin sospechar que aquel era el principio de la amistad más torturadora que experimentaría en mi vida.
El tiempo pasó, y yo ya no era la nenita tímida a quien el pobre nene tenía que sacarle las palabras de la boca para que hablase. No, era su salvaje e inseparable compañera de aventuras. Juntos escalábamos los árboles más grandes, bajábamos las montañas más altas con nuestras veloces bicicletas y cazábamos los bichos más peligrosos en la inmensidad de nuestros patios.
-Yo quiero que cuando seamos grandes te cases conmigo, Juani- Me dijo una tarde mientras tomábamos la leche mirando los dibujitos
-¿Por qué?-
-Porque papá se casó con mamá porque estaban todo el tiempo juntos y se querían mucho. Yo estoy siempre con vos y nos re queremos, así que nos tenemos que casar-
-Bueno, pero no nos vayamos a dar besos-
-No, ¡qué asco!-
Y jugábamos todos los días a que éramos marido y mujer en una carpita que armábamos con sábanas, juramos que cuando creciéramos nos íbamos a comprar una casita e íbamos a tener muchos hijos. Que nunca nos íbamos a separar, que siempre íbamos a estar juntos. Siempre íbamos a ser mejores amigos. Siempre.
Pasaron los años y nuestra amistad se afianzó aun más. Pasamos de ser mejores amigos a ser hermanos. El era mi hermano mayor, quien me aconsejaba, me protegía y me cuidaba. Y yo era su hermanita menor, quien lo hacía reír, quien lo contenía y lo ayudaba en todo. Nos tirábamos al piso a escuchar música, el me mostraba bandas, discos, canciones, conciertos y ampliaba mis conocimientos. Me enseñaba todo, me explicaba cosas, todas mis dudas eran aclaradas. Tenía la paciencia de hierro.
Yo lo ayudaba, lo comprendía más que a nadie, lo aconsejaba y le decía esas cosas que solamente las mujeres sabemos expresar. Lo alegraba, lo hacía sonreír, incluso en esos momentos en que la oscuridad parecía apoderarse de todo.
Aun recuerdo las noches en vela hablando sin parar y al ver que el cielo estaba aclarando, escalábamos al techo para ver el amanecer. Recuerdo las canciones que me compuso, los poemas que le escribí, las melodías que cantábamos. Recuerdo las películas abrazados, los viajes a ningún lado, las risas que acababan en lágrimas de alegría.
Recuerdo los cálidos abrazos de un “te quiero”, la magia de un beso consolador, la alegría de verlo llegar a mi puerta.
Recuerdo, también, el dolor indescriptible que partió mi pecho cuando escuché “No sabes, Juani… tengo novia”
Y estaba bien, mientras él fuera feliz, yo también lo estaría… o trataría de estarlo. Y así fue, todo estuvo espectacularmente. Hasta que la princesita se sacó su disfraz y liberó al monstruo que habitaba dentro de ella. Y envolvió al pobre chico en su trampa encantadora, como una araña a punto de devorar a su presa.
Le lavó el cerebro, lo hizo su esclavo. Sometido, incondicional, perdida y torpemente enamorado. Mientras ella se reía y lo hacía sufrir, el iba y cumplía sus caprichitos de manipuladora enfermiza. A ella le gustaba verlo así, sentirlo a sus pies, dispuesto a cualquier cosa, con la esperanza de que así pudiera probar un poco del codiciado amor de aquella abeja reina, que lo mataría cuando se cansara o se hiciera inservible para ella.
Lo más triste es que él no podía ver todo esto, estaba demasiado cegado por la hipnosis de la hermosura de aquella arpía. Mis amigos me decían “Dejalo, sufre porque quiere, no hay manera de hacerlo entender”. Pero yo no podía dejarlo, no podía dejar que ella lo comiera vivo y tirara los restos de la mejor persona que conocí en toda mi vida. Mientras a ella le daba igual y le era infiel con el primero que se le cruzaba, yo anhelaba poder abrazarlo una vez más, como lo hacíamos antes, ya que ahora no podía porque “A ver si Luciana se pone celosa”…
Y lo peor de todo es que me odiaba, me odiaba porque sabía que quería hacerle ver, sabía que yo quería liberarlo de su trampa de araña encantadora. Recuerdo los mensajes de odio, las miradas sobradoras, los pinchazos en el pecho al escuchar “Ahora está conmigo.”
Y ahora sigue todo igual, el se está consumiendo en aquella relación autodestructiva, dónde ella le hace creer que es todo su culpa. Yo, sigo sufriendo por él, por mí y por nosotros y ella se alimenta de nuestro dolor como la arpía chupa-sangre que es.
Pero no me rindo, no pierdo las esperanzas, se que algún día él se despertará de su pesadilla y recordará, me recordará, nos recordará. Recordará el primer día de clases en aquel instituto, aquel año. Recordará a aquella nena tímida que lo miraba de reojo. Recordará los raspones en los árboles, los moretones en las bicicletas, las picaduras de los bichos. Recordará los poemas, las canciones, las melodías. Recordará los amaneceres, las películas, los abrazos, los besos. Recordará las risas, los consejos, las enseñanzas.
Recordará la leche con el televisor puesto.
Recordará
“Yo quiero que cuando seamos grandes te cases conmigo, Juani”



Juanita.

martes, 3 de enero de 2012

No hace falta ver para sentir.

Vivimos en un mundo demasiado físico. Un mundo en el que nos preguntamos ¿Cómo podemos amar a alguien que ni siquiera vimos personalmente? ¿Cómo podemos admirar a alguien que ni siquiera conocemos? ¿Cómo podemos extrañar a alguien que ni siquiera sabe quiénes somos? ¿Cómo? Me lo dicen todo el tiempo como si fuera una rareza, algo sin sentido. Yo no lo veo así.
Yo creo que es mucho más puro conocer a alguien sin guiarse en un aspecto físico, saber cómo es a través de sus sentimientos, sus deseos, sus gustos, su forma de vida. Su verdadero ser. Así podemos evitar guiarnos por lo que su aspecto dice sobre esa persona y empezar a hacer caso a lo que él  dice sobre sí mismo.
Vivimos en un mundo dónde el aspecto es todo. Las chicas se maquillan, se compran ropa, se pagan cirugías, son hermosas. Pero al tratar de inspeccionar un poco más allá de sus caras bonitas, no se encuentra nada sólido, nada profundo. Son una multitud de cabezas pensando lo que las revistas y la tele les dicen, todas siguiendo los mismos conceptos. Todas exactamente igualitas. Los chicos van al gimnasio, se broncean, se matan por ser aceptados entre sus “amigos”. Pero a la hora de tratar de expresar sus sentimientos no encuentran forma, no saben quienes son realmente. Son una bola de idiotas superficiales. Todos bonitos, todos capos, se ganas a todas las minitas, pero nunca van a poder tener una mujer real entre sus brazos.
Por suerte se que no todos son así. Hay una minoría que, como yo, no trata de ser aceptada en una sociedad plástica basada en aspectos físicos. Dónde pensar por uno mismo y cuestionar lo que los medios venden es pecado. Dónde tratar de ser uno mismo te vuelve antisocial, raro, gay, nerd, retraído, depresivo, solitario… bicho raro…
Sé que muchos de nosotros fuimos coronados con esas referencias.
Pero, ¿saben qué? Si ser todo eso significa no ser parte de esa multitud de zombies maquillados, ese conjunto de seres falsos y discriminadores que no valoran nada si no es concreto. Tu forma de ser no es nada, tus sentimientos son mierda, tu personalidad no existe si no sos hermoso/a y no vistes a la moda. Si ser todo eso significa poder ser yo misma, estoy orgullosa de ser rara y estoy orgullosa de que tanta gente me quiera por lo que mi verdadero yo expresa y no por lo que mi cara pueda llegar a decir de mi.


Saquémonos las máscaras. Seamos quiénes queramos ser, no lo que los demás esperan que seamos.


"Se ríen de mi porque soy diferente, me río de ellos porque son todos iguales"
Kurt Cobain

Juanita.