Perderme entre melodias, irme lejos, no volver...

Perderme entre melodias, irme lejos, no volver...

Asi soy yo. Asi me gusta ser

Bienvenido señor lector.
En este blog no encontrará más que las experiencias, anécdotas y reflexiones de una adolescente rara, perdida y algo rayada.
Si no es lo que buscaba, es libre usted de retirarse.
Si quiere saber de que se trata todo esto, sea usted bienvenido...
Juanita.

viernes, 20 de julio de 2012

Buena suerte y hasta luego.

Siempre aprendemos algo de todo lo que nos proponemos a hacer. Por más insignificante que sea. No importa si es dibujar, cocinar algo nuevo, hablar con alguien o abrir un blog sin la mínima esperanza de que a alguien le guste.
Yo escribí porque me sentía sola, me decía a mí misma “Nadie me entiende, nadie puede saber lo que siento”. Pero luego, me vi rodeada de gente que me apoyaba, sentían y pensaban como yo.
Y ya no estuve sola, nunca más.
Pero uno no puede vivir refugiado en el anonimato. Ni puede triunfar siendo otra persona.
Hoy me toca desprenderme de la figura por la cual a través de ella pude expresarme sin miedo y desahogarme. Y aunque ella sea una porción de mí, aunque sea mi parte inspirada, mi artista interior. No lleva mi nombre, no le duele lo mismo y no sueña como yo.
Hoy sé que ella encontró su felicidad, realizó su sueño. Pero el mío todavía está fuera del alcance de mi mano. Y tengo que encontrarlo yo misma.
Hoy me veo obligada a agradecerle, porque ella me enseñó muchas cosas y sé que a mucha gente también.
Quizás, algún día me deje hacer un libro sobre ella. Pero aún no lo sé, es demasiado humilde, no creería que a nadie le interesara su vida. Gracias, Juanita, ahora tengo otros proyectos y me toca encararlos yo sola.



Camila Vázquez

domingo, 17 de junio de 2012

Reír llorando.

Veo pasar de un lado a otro a mi abuelo, el joven actor de 85 años, el artista que me alegra todos los domingos, que tiene el poder de dibujarme una sonrisa en cualquier momento.
Finalmente se sienta, trajo un libro antiquísimo, que combina con él: Con sus páginas amarillentas y las letras gastadas, pero todavía en pie y con la belleza que trae página por página entera y aún sublime. Ambos iguales en ese aspecto.
Lo hojea un rato y luego me pide que recite uno de los poemas que contiene. Sostengo el libro, bajo la mirada hacia el, aclaro mi garganta y prosigo.

Viendo a Garrik —actor de la Inglaterra—el pueblo al aplaudirle le decía:
«Eres el mas gracioso de la tierra
y el más feliz...»
Y el cómico reía.


Víctimas del spleen, los altos lores,
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores
y cambiaban su spleen en carcajadas.


Una vez, ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
«Sufro —le dijo—, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.


»Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única ilusión, la de la muerte».


—Viajad y os distraeréis.
— ¡Tanto he viajado!
—Las lecturas buscad.
—¡Tanto he leído!
—Que os ame una mujer.
—¡Si soy amado!
—¡Un título adquirid!
—¡Noble he nacido!


—¿Pobre seréis quizá?
—Tengo riquezas
—¿De lisonjas gustáis?
—¡Tantas escucho!
—¿Que tenéis de familia?
—Mis tristezas
—¿Vais a los cementerios?
—Mucho... mucho...


—¿De vuestra vida actual, tenéis testigos?
—Sí, mas no dejo que me impongan yugos;
yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos mis verdugos.

—Me deja —agrega el médico— perplejo
vuestro mal y no debo acobardaros;
Tomad hoy por receta este consejo:
sólo viendo a Garrik, podréis curaros.


—¿A Garrik?
—Sí, a Garrik... La más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquél que lo ve, muere de risa:
tiene una gracia artística asombrosa.


—¿Y a mí, me hará reír?
—¡Ah!, sí, os lo juro,
él sí y nadie más que él; mas... ¿qué os inquieta?
—Así —dijo el enfermo— no me curo;
¡Yo soy Garrik!... Cambiadme la receta.


¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio!

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora,
el alma gime cuando el rostro ríe!

Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma,
un relámpago triste: la sonrisa.

El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto
y también a llorar con carcajadas.

Juan de Dios Peza

Termino, sonrío.
Lo miro, también sonríe.
Y pensar que algunos me preguntan por qué es mi ejemplo a seguir, mi inspiración, mi ídolo, y no una celebridad cualquiera de la televisión. Si pudiera agarrar un manojo de su talento, cultura y gracia, lo haría y lo pondría en la cara de los que preguntan, y así contestaría
"Por esto."


Juanita.

sábado, 16 de junio de 2012

Orgullosamente imperfecta.

Hay una persona de la cual todos deberían sentirse orgullosos, con sus defectos y virtudes, con sus victorias y sus fracasos, con sus días buenos y los no tan generosos. Porque sin amar a esa persona estaríamos perdidos y no seríamos nadie.
Muchos no se llevan bien con ella, buscan esconderla y cambiarla a toda costa. Se avergüenzan de ella y la lastiman. Piensan que disfrazándola con sombras ajenas, para que la acepten en grupos que ella misma no se siente cómoda, serán bien vistos y alcanzarán completarse a sí mismos. No se dan cuenta que no están ganando nada así. No se dan cuenta que en el final, ella será la única persona que estará allí con ellos, la única que los acompañará, que nunca los abandonará ni los traicionará. Es la única que sabe quiénes somos y queremos ser realmente. Y no seremos del todo felices si no la dejamos ser a ella, si no la dejamos mostrarse libremente con todas sus imperfecciones, con todas sus bellezas.
Muchos la desconocen, la olvidan, se concentran más en otras personas hasta pensar que son más importantes que ella. Algunos no saben bien como tratarla, otros no saben  ni siquiera donde encontrarla.
Sin embargo la ven todos los días, en el reflejo de cualquier espejo.
Para aprender a amar, primero hay que empezar por uno mismo.




Juanita.

martes, 12 de junio de 2012

Raspones de rodilla en el alma.

Veo tus párpados, cortinas de tus sueños. Siento tu respiración, pasiva y arrulladora. Escucho tu corazón al ritmo tranquilo de la noche. Estás durmiendo a mi lado, como siempre lo quise. Como lo imaginé tantas noches hasta soñarlo.
Ni pensar que en este preciso momento podría despertarte solo para decirte que te amo y besarte, sin miedo al rechazo. Pero no lo hago, porque de alguna forma está perfecto así. De esta manera, sumergido en tus sueños como estás, siento que nada malo nos puede pasar. Y nada va a hacer que te vayas.
Soy tan frágil ahora.
Me cuesta acostumbrarme a estar bien después de haber vivido tanto tiempo con el dolor como cotidianeidad. No me acostumbro a depender de algo para que mi vida encuentre estabilidad y me domina el miedo de perder ese algo. Me aterroriza pensar que por un error, un simple paso en falso, tiraré por la borda todos mis sueños hechos realidad.
Algunas noches lloro, otra vez.
Pero no es que este triste, no es que extrañe algo. Tampoco me dejo consumir por mis miedos. Solamente son viejos dolores que todavía no terminé de supurar de mi alma y vuelven en forma de pesadillas acompañadas por el insomnio.
Pero vos me entendés, siempre lo hiciste. Por eso sos el único que no me mira raro cuando respondo a su pregunta de por qué estoy llorando con un despreocupado “Es que estoy liberando dolores que tenía acumulados. Ya que ahora que soy feliz no los necesito”
Es como cuando era chica y jugando, sin pensar en consecuencias, me caía y me lastimaba una rodilla. Lloraba por el dolor, pero ahí venía mamá, me daba un beso, me abrazaba y me decía que ya estaba mejor. Quizás seguía doliendo un poco, pero sonreía y sabía que ya estaba mejor y que pronto podría seguir jugando como si nada.
Vos me haces olvidar de a ratos quien soy y quien fui, para transformarme nuevamente en niña. Esa niña que junto a vos, escalaba los árboles más grandes y cazaba los bichos más peligrosos. Y aunque, a veces, nuestras rodillas sangren, siempre va a haber un beso mágico que nos permita seguir jugando.




Juanita.

sábado, 9 de junio de 2012

Esclavitud mental.


Había conocido personas ignorantes, pero no la ignorancia en persona.
Y la tuve que conocer hace poco, casi por castigo. En un sitio que yo coroné “Cárcel de la originalidad”, “Exhibición de la brutalidad”, “Matadero del intelecto”.
Son almas perdidas, que ellas mismas decidieron perderse para seguir un rebaño sin futuro. Solamente para ser aceptados en ese ambiente turbio, destinado a la autodestrucción del alma y la mente, se despidieron de su opinión propia y de su sentido común.
Son seres que no saben diferenciar la educación del sometimiento, el conocimiento de la sofocación. Desafían y hacen oídos sordos a cualquier autoridad sin importar que los quiera ayudar o hacerles entender. Faltan el sagrado respeto sin vergüenza ni arrepentimientos, pero saltan a la defensiva por cualquier intento de llamarles la atención.
Una anarquía idiota y sin finalidad, sin visiones de un futuro provechoso, a la que llaman “clases”.
 Me dan risa…
Payasos fracasados y molestos, patética reproducción de lo vulgar. Líderes ilustres de descerebrados, que marchan imaginando que aplastan cabezas sin siquiera sospechar que son, en realidad, mucho menos de lo que podrían llegar a imaginar. Penosa imagen del no futuro, parodia de ser humano. Me dan lástima… o risa. Más lástima que risa.
Porque se debe respetar para ser respetado. Se debe ser respetado para lograr ser alguien. Se debe guardar silencio para escuchar. Se debe escuchar para aprender. Se debe aprender para conocer.
Y sin conocimiento no hay libertad
Y sin libertad no hay futuro.


Juanita.

jueves, 7 de junio de 2012

Fénix

Hubo, alguna vez, una chica que le tenía miedo a su sonrisa.
Ella fue, alguna vez, una niña que vivía en su pequeño mundo de consentimientos y halagos. La hija ilustre, madura, inteligente. Cuyos padres estaban orgullosos, y sus hermanitos admiraban.
Pasó, alguna vez, que el nidito que la acobijaba, segura del mundo exterior, se destruyó sin que ella pudiera siquiera notarlo, distraída en las maravillas de su temprana adolescencia. Y cuando se dio cuenta, ya era demasiado tarde para llorar.
Pero ella era muy fuerte y aún más orgullosa, así que siguió erguida, tragándose su dolor y disfrazándolo con su radiante sonrisa.
Así sucedió que, alguna vez, el amor llegó a su vida y atravesó su alma repleta de batallas interiores. Amagó una caricia, susurró promesas de alivio, pero solamente logró golpear secamente su pecho y dejar marcas donde aún por las noches resuenan dolorosas punzadas lejanas.
Pero no iba a renunciar a sus dientes. Su sonrisa seguía ahí, tan fiel como su motivo. Y era que su única salida a la felicidad no quería ver la tristeza de su interior, por eso, para no desilusionar a ese ser que la hacía olvidar de todas las pestes del universo, lucía esa sonrisa, ese disfraz tan falso como las personas que se alejaban de ella por ser un “bicho raro”.
Así, la niña ya no fue más niña y se convirtió en una apariencia. De día era una rebelde, una chica alegre que no le importaba nada ni nadie. Y se mantenía indiferente al ver que su vida se avecinaba cada vez más a la decadencia. De noche, era un alma que liberaba ese dolor, ese rencor, ese odio, esos miedos. No podía dormir, porque sus ojos ya no derramaban sueños, sino lágrimas. Se miraba al espejo y odiaba a esa idiota, desgraciada, infeliz, torpe e inútil que veía reflejada y a su sonrisa estúpida.
Solamente le quedaba ese ser maravilloso que la hacía volver a ser niña por un momento. Su angelito.
Y ni siquiera eso.
A su angelito lo sedujo el infierno y la abandonó. Ya no la iba a visitar por las noches para que no llorase, porque, aunque ella nunca se lo hubiera dicho para no preocuparlo, el lo sabía muy bien. Ya no la abrazaba, intentando transferir algo de ese dolor a él mismo. Ya no estaba para cantarle y hacer callar todos los pensamientos tóxicos de su cabeza. Ya no estaba. Ya no estaba…
Y su sonrisa comenzó a doler. Y su sonrisa comenzó a darle miedo.
Ella, que ya no podía sonreír, tenía huecos en el alma. Y buscó desesperadamente llenarlos. Y así como de su sonrisa, se despojó de su orgullo, de su dignidad, de su corazón y de la niña que, herida y maltratada, seguía viviendo dentro suyo.
Se desvalorizó, hizo cosas de las cuales su niña interior se horrorizó y no quiso nunca más volver. Su dignidad era un trapo sucio y harapiento que ella se esforzaba por pisotear. Y se odió cada vez más y más.
Y escribía y escribía para sacar a los demonios de su interior, sin ninguna efectividad.
Y a nadie parecía importarle.

Pero sucedió que, alguna vez, en algún lugar, su angelito se enteró de esto. Y mucho más importante que cualquier seducción, era ella. Y con paciencia la ayudó a salir del pozo de odio que ella misma había cavado y se había enterrado.
Levantó su dignidad del suelo, después de tanto tiempo. La remendó, la sacudió y la enarboló, una vez más. Y su orgullo, tan grade como lo fue alguna vez, se centró otra vez en su pecho.
Volvió de las cenizas después de incendiarse en sus propias inmundicias, como un fénix, pero en vez de cantar, mostro sus dientes. Que ya no dolían, que ya no daban miedo, no eran un disfraz.


Recuerdo cuando le tenía miedo a mi sonrisa. Fue un tiempo tan doloroso que recordarlo también duele.
Pero sirvió, fue necesario.
Sirvió para hacerme más fuerte, para valorarme, para respetarme por encima de todas las cosas. Para saber realmente con quien estoy rodeada. Para conocer la hipocresía y la falsedad en cuerpo y forma. Como alguien puede llegar a ser tan desalmado. Lo triste que es ver a alguien que nunca va a saber amar ni ser amado.
Pero sobre todo para agradecer.
Porque quizás, aquella niña tuvo un angelito que la ayudó y nunca le dejó de importar
Pero yo no creo en ángeles.
Así que lo llamo “mejor amigo”.
Mejor amigo, hermano del alma, amor de mi vida…





Juanita.

viernes, 10 de febrero de 2012

El sol salió.

Era una noche calurosa y serena. Demasiado común y ordinaria como para ser la noche que cambiaría el rumbo de mi vida.
El timbre sonó y, confundida, miré la hora. Las 4 de la madrugada
-¿Quién carajo es a esta hora?-
Miré por las persianas entrecerradas y distinguí la silueta del chico alto y aún más pálido a la luz de la luna. La única persona a la que le abriría la puerta de mi casa a esa hora.
-Juani- su boca me sonrió, pero su mirada verde estaba apagada, triste.
-Nene…- Lo abracé, pero esta vez no deshizo el abrazo… sino que lo mantuvo hasta que lo invité a pasar.
Así que ahí lo tenía, sentado en el living, con la mirada perdida. Justo como antes, cuando era la única chica en su vida y no tenía donde ir. Le serví café, negro y fuerte como le gusta a él y me senté a su lado, esperando a que aclare sus ideas. Agarré su brazo, sostuve su mano, como hacía siempre que sabía que algo andaba mal, y comencé a pasar mis dedos sobre todas y cada una de sus pulseras. Pero cuando sabía que mis dedos se iban a topar con la cadenita de plata con la letra “L” grabada, noté que no estaba. Recuerdo que su voz salió como una brisa, como si en verdad no lo estuviera escuchando, como un recuerdo de un sueño lejano.
-Corté con ella- dijo, adivinando mi reacción.
Tardé un rato en contestar, un rato que pareció una eternidad.
-¿Q-Qué?-
-Tendré alma de estúpido, pero no de esclavo…-
Sopló el café y sorbió un poco.
-Pero… ¿Cómo fue?- dije, tratando de reprimir una sonrisa.
-Lo venía pensando desde hacía rato. Pensé que cambiando un poco la situación bastaría pero no… esta noche fue el colmo…-
Me miró a los ojos, pero enseguida volvió la mirada al suelo.
-Hacía rato que se mostraba insoportablemente celosa. Y aunque trataba de hacerle entender, no había caso. Finalmente me hizo elegir entre ella o vos. Y bueno, acá estoy…-
-¿Yo?... Pero pensé que la amabas, pensé que…-
-Juana. Sos la única, siempre lo fuiste, quizás nunca tuve el valor de decírtelo, pero eso no significa que sintiera algo diferente ¿Nunca te diste cuenta? ¿Nunca lo notaste? Luciana fue un escudo, porque sabía que vos me veías como tu hermano y nada más que eso. Traté de distraerme, de engañar mis pensamientos… Pero, Juana…-
Apretó mis manos, sus rodillas temblaban levemente. Mis mejillas hervían, mis pensamientos se arremolinaban, simplemente no lo podía creer.
-No hay espacio para otra persona en mi corazón, ni para otra musa inspiradora en mis poemas…-
Dejé al descubierto mi sonrisa irreprimible y lo abracé, como nunca lo había abrazado.
Besó mi cuello, mi mejilla y rozó suavemente mis labios.
-Te amo, Gonza…- dije atropelladamente -¿Me amas?-
-¿Amarte?-
Sostuvo mi cara, obligándome a mirarlo a los ojos. Su mirada brillaba, no recuerdo cuando fue la última vez que lo vi así… había pasado mucho tiempo que no lo veía sonreír tan vívidamente.
-Yo quiero que cuando seamos grandes te cases conmigo, Juani-
Lancé una carcajada.
-No puedo creer que te acuerdes de eso-
Y nos besamos. Fue un beso, profundo, largo, desesperado. Tan increíble y hermoso como un sueño inalcanzable que se cumple, por fin. Todos los momentos que había soñado por 6 años se resumían en aquel instante
-Podría morir ahora mismo… Por fin te vuelvo a ver sonreír como cuando éramos chicos.
-No… si hay que contrarrestar todo el tiempo de amargura que pasamos, nos queda un largo rato para ser felices.-
-Así es.-
Y nos subimos a ver el amanecer, una vez más después de tanto tiempo, como un regalo del cielo, como una bienvenida a nuestra felicidad.



Luis Alberto Spinetta Q.E.P.D.

Juanita.